El Robo Perfecto
Como
todos los días cuando la gente sale de camellar, alrededor de las cinco o las
seis de la tarde, es la hora perfecta pa’ ir a levantar billullo, esto pa’
poder tragar en la noche y también pa’l vicio. Los sitios bacanos pa’l estrene
de un celular nuevo, son las estaciones de Trasmilenio, el bus y lo los semáforos.
Ese
día salí con los parseros, como todos los días al rebusque porque me estaba
quedando cortico y ya no había más pegante.
Vimos
a dos despistadas, las viejas iban caminando, ahí es cuando uno sabe que es el
momento pa’ hacer de las suyas, Suripanta y Gargolia se le fueron a las viejas
de frente y por el otro lado yo me quedé pilas por si las ricuras se devolvían
y, así pasó, se dieron cuenta y retrocedieron, entonces BAAAAMMMM, entré en
acción y le quité hasta las medias a las cuchibarbies, luego puyamos el burro
para que nadie nos siguiera.
Ese
día todo iba excelente, hasta que en la noche mientras nos soplábamos una
pipita, POOMM, sonó la puerta, un grupo de mamertos entró a nuestra casita pa’llevarnos
a prisión, en esos casos sólo importa uno, así que me pisé por una ventana,
Gargolia y Suripanta no se avisparon y la tomba se los llevó pa’la cana.
Después de eso sabía que tenía que ir a buscarlos, así lo hice, me fui pa’l barrio, allí me dijeron que se los habían llevado pa’la principal y de una, yo y otros malandros llegamos a la estación con la idea loca de sacarlos, pero cuando entramos los chulos nos dieron plomo por todos lado, sólo yo, Suripanta y Gargolia quedamos intactos, pero guardados en la guandoca por muchos años pa’ver si aprendíamos a ser buenas personas.